Remolacha forrajera: la alternativa innovadora para engorde de ganado en Argentina

Desde hace un tiempo, la remolacha forrajera está comenzando a acaparar las miradas en la ganadería argentina. . Este cultivo, conocido por su alto valor energético y su capacidad para producir grandes cantidades de materia seca, permite engordar ganado incluso durante los meses más fríos del año, cuando la disponibilidad de pasturas y forrajes tradicionales es limitada. Cada vez más productores buscan incorporar la remolacha forrajera a sus sistemas de engorde invernal, debido a los beneficios productivos y económicos que ofrece. En este artículo, analizaremos algunas de sus características y beneficios para la etapa de engorde.

¿Qué es la remolacha forrajera y por qué es clave para el engorde?

La remolacha forrajera pertenece a la familia Amaranthaceae, subfamilia Betoideae, género Beta y especie Beta vulgaris L.. Su nombre común es remolacha forrajera, y en inglés se la conoce como fodder beet. Se trata de una planta monoica y bienal, con hojas basales grandes y raíces engrosadas y carnosas que sobresalen del suelo. El tamaño, la forma y el color de la raíz varían según el cultivar, siendo las raíces de los cultivares forrajeros menos enterradas —aproximadamente dos terceras partes— que las de los cultivares utilizados para la producción de azúcar. Las hojas, de color verde oscuro y con forma de corazón, se disponen en una roseta horizontal. Tras cumplir las horas de frío necesarias, la planta emite un tallo floral con flores verde-amarillentas, bisexuadas y sin pétalos (Henry, 2010).

Uno de los principales atractivos de la remolacha forrajera es su capacidad de producir grandes volúmenes de materia seca por hectárea. En condiciones de secano, se pueden obtener hasta 20 toneladas por hectárea, mientras que con riego adecuado, la producción puede superar las 30 toneladas. Esto significa que los productores pueden mantener mayores cargas animales en invierno, reduciendo la dependencia de pasturas naturales o concentrados costosos, y mejorando la rentabilidad del sistema de engorde. Además, la remolacha forrajera es un cultivo resistente y adaptable. Se adapta a diferentes tipos de suelos y condiciones climáticas, y su manejo no requiere personal especializado, lo que facilita su incorporación incluso en establecimientos con recursos limitados.

El uso de remolacha forrajera trae consigo una serie de ventajas que impactan directamente en la eficiencia productiva del ganado:

  • Productores que adoptaron este cultivo han logrado engordar ganado más rápido, alcanzando resultados sorprendentes, como 2.300 a 3.500 kg de carne por hectárea en solo seis meses, dependiendo del manejo y las condiciones del campo.
  • La remolacha forrajera permite producir carne con costos aproximados de US$0,50 por kilo, convirtiéndose en una alternativa económica frente a los sistemas extensivos tradicionales.
  • Requiere poco personal, se adapta a diferentes categorías de ganado, incluyendo novillos de engorde y vacas lecheras secas, y se puede combinar con otros forrajes para lograr dietas balanceadas y nutritivas.

Productores argentinos han comenzado a implementar la remolacha forrajera con excelentes resultados. Por ejemplo, en Carmen de Patagones, Alejandro Pérez Iturbe logró producir entre 2.300 y 3.500 kg de carne por hectárea en tan solo seis meses utilizando este cultivo como base de su sistema de engorde invernal. Su modelo se inspiró en experiencias en Nueva Zelanda y Australia, donde la remolacha forrajera se utiliza hace décadas como estrategia de engorde de invierno.

En la provincia de Río Negro, otros productores como Verónica Favere y Raulio Otogalli también incorporaron la remolacha forrajera, logrando mejorar la eficiencia y rentabilidad de sus sistemas. Estos casos muestran cómo la introducción de un cultivo energético, bien manejado, puede transformar la productividad de un establecimiento ganadero, incluso en regiones donde los inviernos limitan la disponibilidad de pasturas.

Relación costo-beneficio de la remolacha forrajera para el engorde del ganado

En base a varios años de experiencia recopilados por la Asociación Argentina Criadores de Hereford, el sistema de remolacha forrajera presenta una relación costo-beneficio muy favorable. Para terneros de peso medio de 270 kg (rango 210 a 330 kg), el costo diario por animal es aproximadamente USD 0,63, considerando el cultivo de remolacha, la fibra de silo de maíz y un suplemento proteico.

Una hectárea de remolacha permite alimentar alrededor de 24 terneros durante 135 días, mientras que el costo diario para la misma categoría y período en un corral tradicional asciende a USD 0,73, sin contar los gastos adicionales de operación e instalaciones. Si se consideran precios de compra de grano en lugar de producción propia, el costo en corral puede duplicarse o incluso superar ese valor. Estos cálculos se basan en promedios de rendimiento en la zona de Lolén.

El costo del cultivo de remolacha suele rondar los USD 1.325 por hectárea, mientras que el maíz cuesta aproximadamente USD 450 por hectárea (si se destina a grano) o USD 850 por hectárea si se utiliza para silo, todos valores de 2020/21. En términos de producción, se pueden obtener más de 2.000 kg de carne por hectárea en novillos en terminación o vacas, y aún más en terneros de recría, sumando proteína además de la fibra.

La gran ventaja del sistema radica en que, comparado con un corral basado en maíz y silo producido en el campo, se necesitan menos de la mitad de hectáreas para alimentar la misma cantidad de terneros. Esto, sumado a la simplicidad del manejo y el menor costo por animal, hace que la remolacha forrajera sea una alternativa altamente eficiente y rentable para la ganadería.

¿Cuál es el impacto en el suelo?

Además de sus beneficios para la alimentación del ganado, la remolacha forrajera también puede tener efectos positivos en la salud y estructura del suelo. Sus raíces pivotantes y profundas generan canales naturales que permiten una mejor infiltración de agua, aireación y drenaje, lo que ayuda a reducir la compactación de las capas superficiales y favorece el desarrollo de futuros cultivos.

Sin embargo, es importante tener en cuenta algunas consideraciones de manejo para evitar problemas:

  • Evitar laboreo excesivo antes de la siembra, ya que puede alterar innecesariamente la estructura del suelo.
  • Controlar la carga animal, especialmente en suelos húmedos, para prevenir compactación por pisoteo.
  • Implementar rotación de cultivos, alternando la remolacha con pasturas o cereales, para mantener la fertilidad y estructura del suelo a largo plazo.

A pesar de los resultados positivos observados en distintos establecimientos, la remolacha forrajera aún requiere ser estudiada y adaptada a cada región. Algunos factores significativos como tipo de suelo, clima, disponibilidad de agua y manejo del ganado pueden influir en su rendimiento y efectos sobre la producción de carne. Por eso, es fundamental realizar ensayos controlados y recopilar datos sobre costos, producción y salud del suelo, para definir las mejores prácticas de siembra, manejo y rotación. La investigación permitirá maximizar los beneficios del cultivo, reducir riesgos y asegurar que este sistema sea realmente eficiente y sostenible para diferentes tipos de ganadería en Argentina.

Cómo incoporar remolacha forrajera a la dieta del ganado

La remolacha forrajera es un cultivo muy versátil y seguro para alimentar distintas categorías de animales: desde terneros y novillos de engorde hasta vaquillonas de reemplazo. En países como Nueva Zelanda, se utiliza principalmente para el mantenimiento de vacas lecheras secas preparto y también en ovinos. La experiencia en distintos establecimientos indica que las categorías jóvenes, como terneros o novillos, se adaptan más rápido y consumen mejor este recurso, mientras que las vacas adultas pueden requerir un proceso de adaptación previo, ya que algunas pueden no interesarse por la planta. Se recomienda iniciar el consumo de remolacha en terneros que superen los 200 kg.

Período de adaptación: la clave para un consumo seguro

Un aspecto fundamental es la transición: los animales necesitan un período de adaptación de aproximadamente 20 a 30 días, tanto para aprender a consumir la remolacha como para que su rumen se ajuste a un alimento muy energético. Durante esta etapa:

  • Se ofrece 0,5 a 1 kg de materia seca por animal, complementando la dieta con silo o rollos.
  • Se observa que todos los animales consuman tanto hojas como raíces.
  • Se aumentan progresivamente las raciones, aproximadamente 1 kg de materia seca cada 2 días, reduciendo gradualmente el aporte de fibra.

Una vez completada la adaptación, se puede manejar la alimentación según el avance del piolín, calculando teóricamente el 2,2 % del peso vivo y ajustando según el remanente. Se recomienda que los residuos disminuyan progresivamente: 25 % a las 24 horas, 10–15 % a las 48 horas, 5 % a las 72 horas y sin residuos a las 96 horas.

Suplementación y manejo de fibra

Para un correcto balance nutricional, aproximadamente el 15 % de la dieta diaria debe provenir de un alimento fibroso, que puede ser heno, rollos u otras opciones. Los animales jóvenes en crecimiento requieren proteína adicional, mientras que en animales adultos esta suplementación puede ser mínima o innecesaria. Una vez adaptados, los animales regulan el consumo de fibra según sus necesidades, consumiendo alrededor de 1 a 2 kg diarios, dependiendo del peso y categoría.

Con una correcta adaptación y suplementación, la remolacha forrajera permite maximizar el engorde y mantener la calidad de la carne, logrando resultados comparables o superiores a los sistemas de corral, incluso para novillos pesados destinados a mercados exigentes como la Cuota Hilton.

Manejo del cultivo y período de siembra

En nuestra zona, el momento ideal de siembra es entre mediados de septiembre y mediados de octubre. Sembrar temprano ayuda a reducir los riesgos de pérdidas por hongos. La remolacha forrajera crece principalmente entre noviembre y marzo, aunque continúa desarrollándose, de manera más lenta, durante el otoño e invierno.

Este cultivo es muy elástico y tolerante: si las condiciones son buenas, desarrolla todo su potencial y resiste períodos de falta de agua y heladas durante su crecimiento vegetativo. Incluso en veranos secos, se han obtenido rendimientos de hasta 12 toneladas de materia seca, mientras que otros cultivos, como el maíz, pueden fracasar. Además, debido al alto uso de fertilizantes, el suelo queda con nutrientes residuales que benefician al cultivo siguiente.

El éxito del cultivo depende en gran medida de la dedicación y experiencia de quienes lo manejan, desde la siembra hasta el pastoreo, y del asesoramiento técnico. KWS proporciona apoyo durante todo el ciclo del cultivo y, durante el pastoreo, se suman especialistas de Nueva Zelanda. Es clave seguir los protocolos de fertilización (basados en análisis de suelo), aplicación de herbicidas, insecticidas y fungicidas, y realizar recorridas periódicas del cultivo, ya que se trata de un manejo intensivo y muy preciso.

También resulta muy útil el intercambio con otros productores a través de grupos de WhatsApp o jornadas de campo organizadas por KWS y el INTA, donde se pueden observar distintos manejos, resultados y experiencias, aportando mucho para mejorar tanto la producción como el consumo del cultivo.

Para lograr un buen desarrollo de raíces y hojas, es fundamental tener en cuenta la preparación del suelo y barbecho, la fertilización, los herbicidas residuales, el control de malezas, insectos (como Parathanus) y oídio, y planificar la rotación de cultivos. Cada detalle suma para obtener un cultivo de alta producción y calidad.

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